A raíz del atentado contra el senador y pre candidato presidencial colombiano, Miguel Uribe Turbay, ocurrido el pasado sábado de 7 de junio en la ciudad de Bogotá y perpetrado por un niño de 14 años de edad, de inmediato se generó un viaje al pasado horrendo y peligroso de la Colombia de las décadas de los 80 y 90 cuando los carteles y grupos subversivos aterrorizaban al país, quizás los años más oscuros del hermano país.
Esa película ya vivida trae consigo reflexiones urgentes de hacer, pues la Colombia de este siglo había logrado mantener la calma, la confianza, la paz y el desarrollo, pero hoy pareciera que las heridas siguen abiertas en una sociedad polarizada, y una parte importante en resentimiento.
Por esta razón de resentimiento llega Gustavo Petro al poder luego de varios intentos por ser presidente; al final lo logra frente a una derecha que siempre había gobernado y que parecía sufrir de agotamiento e inconformidad de los colombianos.
Pero el remedio fue peor que la enfermedad, pues con la llegada de Petro al poder incendió lo que llamamos la pradera con un discurso de salvador de los pobres y de confrontación total. Esto generó inestabilidad política y comunicacional, pues es público y notorio que ha tenido una relación conflictiva con los medios de comunicación, las cortes, el Congreso y otros poderes, es decir, pelea hasta con el agua que se toma.
Ha hecho un uso excesivo de Twitter (ahora X) como medio de gobierno, lo que ha sido criticado por falta de claridad y formalidad.Un ejemplo de esto, fue el confuso mensaje por redes momentos después de ocurrido el atentado a Uribe Tubay: “Ay Colombia y su violencia eterna. Quieren matar al hijo de una árabe en Bogotá, que ya habían asesinado, y no se debe matar en el corazón del mundo. Matan al hijo y a la madre”.
Cuando el mensaje debió ser claro y preciso, donde además expresará solidaridad con la familia y ordenar de inmediato investigar y castigar a los culpables para que no se vuelva a repetir, pero las reacciones fueron otras y eso condujo a que a los pocos días se desataran más de 20 atentados terroristas en el país.
La otra receta de la tragedia de Petro son las polémicas y poco articuladas reformas que ha presentado, como las de salud, pensiones, trabajo, pero muchas han sido vistas como mal diseñadas, sin suficiente consenso político o técnica; dando pie a las dificultades para tramitarlas en el Congreso, lo que le ha ocasionado parálisis y frustración.
Petro genera desconfianza y desinversión. Las posturas ideológicas del gobierno, especialmente contra el petróleo y la minería, han causado preocupación en sectores económicos.
Y en el tema de seguridad y orden público, su política de “Paz total” ha sido fuertemente cuestionada. Se ha dialogado con múltiples grupos armados, pero ha habido un incremento en la violencia; y el resultado fue que algunos grupos se fortalecieron cuando se dialogaba, generando la sensación de impunidad.
Con el manejo del Estado los escándalos desde el primer día han sido una constante, como por ejemplo el sonado caso de su jefa de despacho Laura Sarabia, con la niñera; hoy su canciller; y Armando Benedetti que no para de dar demostraciones de cara dura y abiertamente se declara consumidor de drogras y alcohol, hoy su Ministro de Interior. Esto ha generado un clima de incertidumbre y poca continuidad en las políticas públicas.
No venimos del futuro, pero sí somos los venezolanos vecinos de Colombia quienes hemos transitado el drama Chávez-Maduro y podemos decir con propiedad que Colombia pudiera estar al borde del precipicio y con elementos más peligroso como la violencia, el resentimiento, el narco tráfico, los grupos subversivos y la polarización.
No se puede dejar de mencionar que Petro conserva cerca del 30% de apoyo. No es poco. Es el poder de la narrativa: ha logrado poner en el centro temas estructurales que fueron ignorados por décadas. Pobreza, exclusión, racismo. No los ha resuelto, pero los ha visibilizado. Y a veces basta con eso para conservar una base fiel, un núcleo que cree más en la épica que en la eficacia.
La oposición colombiana tendrá que hacer esfuerzos para unificarse después de lo ocurrido con Miguel Uribe Turbay, optar por un candidato único, tragar sapos y apuntar en una misma dirección, de lo contrario la tragedia Petro tendrá un segundo periodo presidencial con él o con heredero.