La “revolución cubana” es un éxito publicitario y nada más, es una tragedia en la vida real del pueblo de Cuba y de las Américas. Son casi siete décadas de agresión a las democracias del continente y de sumisión y miseria para el glorioso pueblo cubano.
El único éxito de los criminales que encabezados por Fidel Castro han convertido a Cuba en un foso de miseria, es mantener la mentira de que en ese país hay una revolución y, de que si no fuera por los enemigos extranjeros, el pueblo estaría feliz y próspero; ocultan la raíz del mal que está en la corrupción, el crimen, la violación constante de derechos humanos y el uso de la fuerza para silenciar a un pueblo que tiene derecho a la rebelión.
Es hora de ponerle punto final a la farsa de la revolución cubana; no más excusas o inventos de vender a Fidel como un salvador, cuando es un criminal; al Che Guevara como un héroe, cuando es un cruel asesino; al proceso de destrucción de Cuba como a una revolución, cuando es un acto masivo de exterminio de un pueblo; al partido comunista como vanguardia del cambio, cuando sólo es un sindicato del crimen y el narcotráfico.
El Interamerican Institute for Democracy organizó el interesante Foro “Dictadura de Cuba, 66 años de agresión a las democracias”, escenario este de reflexión que tuvo su segunda parte ahora en junio, cuando distintos expositores analizamos las injerencias y daños de la dictadura castro-comunista infringidos a diferentes pueblos del continente. Es sorprendente ar como, apenas a pocos meses de la llegada de Fidel al poder, comenzaron las agresiones del régimen cubano contra democracias y pueblos del continente; tan temprano como que en el primer semestre de 1959 ya se había producido el primer atentado, la “Invasión Cubana de Panamá”.
Escuchamos en el Foro las voces de representantes de Argentina, Bolivia, Brasil, Colombia, Chile, Ecuador, Nicaragua, Perú y Venezuela, no quedando afuera las agresiones a los Estados Unidos, expuestas magistralmente por la cubana-estadounidense Iliana Lavastida, quien no deja de sorprenderse de cómo un país pequeño y con limitados recursos, ha agredido tan fuertemente a los Estados Unidos, como a todas las democracias del continente, estando impunes hasta ahora los responsables de esos crímenes.
Me correspondió compartir honor con Emmanuel Rincón, al exponer las agresiones de Cuba comunista contra Venezuela; por supuesto que recordamos “La invasión de Tucacas”, 1966, y “El desembarco en Machurucuto”, en 1967, esta última agresión produjo entonces rompimiento de relaciones diplomáticas entre Venezuela y Cuba, era una invasión de guerrilleros cubanos y venezolanos, con la misión de entrenar la guerrilla en los Andes venezolanos y derrocar el gobierno democrático del presidente Raúl Leoni.
No obstante, la verdadera invasión del castro-comunismo a Venezuela se producirá después; ya no serán desembarcos entre gallos y medianoche en una costa venezolana, serán desembarcos en aeropuertos y puertos de miles y miles de agentes del gobierno cubano, disfrazados de médicos, enfermeros, maestros y entrenadores deportivos, que controlaron paso a paso el gobierno de Chávez y lo hacen, aun de manera más clara y contundente, en el régimen de Maduro.
En el Foro pude informar cómo, desde La Habana, se manejan áreas fundamentales de la vida del país, tal como la conducción de la Fuerza Armada, del aparato de inteligencia, del SAIME, Servicio istrativo de Identificación, Migración y Extranjería, donde los cubanos controlan cédulas de identidad, pasaportes, movimientos migratorios, más allá de que conducen a plenitud todos los movimientos de puertos y aeropuertos.
Son innumerables los acuerdos y tratados de sumisión entre Cuba y Venezuela, no solo en materia militar, sino en áreas tan sensibles como los registros y notarías, en los cuales se lleva, entre otros, el control de las propiedades inmuebles y muebles.
La injerencia de Cuba en el régimen dictatorial venezolano es absoluta, una evidente dominación extranjera querida y consentida, que ha generado transferencia de recursos de Venezuela a Cuba por miles de millones de dólares, que por cierto se quedan en los bolsillos de los capitostes de la dictadura, no llegan al heroico pueblo cubano.
Por supuesto que daños e injerencias semejantes, también graves, se han dado en mayor o menor grado en todo el continente, pero el castro-comunismo sigue allí, hoy con la cara del triste y lamentable Díaz Canel, hijo de la mentira y el engaño.
Es hora de las víctimas, actuemos. Por supuesto que es tiempo para que los pueblos de Cuba, Venezuela, Nicaragua, Bolivia, Colombia, México, Chile y todos los otros agredidos ejerzamos nuestro derecho a la defensa y a la rebelión; es un derecho natural del ser humano rebelarse contra el crimen, contra los violadores de derechos humanos, contra quienes silencian a un pueblo y castran generaciones para evitar caiga lo que nunca debió estar arriba.
Poner fin al mito de la revolución cubana es tal vez el primer paso para ponerle fin al régimen de los criminales que someten a ese pueblo y desde él controlan buena parte del continente. Desmontar la fábula o cuento de la revolución cubana y vender la narrativa de su deplorable realidad es tarea que corresponde, por igual, a todos los demócratas del continente. No más condescendencias, no más escenarios para la mentira. Guerra contra el crimen y la sumisión para abrirle camino a la democracia y la libertad. Es nuestro compromiso. www.presidencia.org.
Por Paciano Padrón*
*Expresidente de VenAmérica
y Vicepresidente de CICIVEN